miércoles, 9 de septiembre de 2015

"No te mueras sin ir a Ronchamp"


Esta gran y famosa frase, que el escultor Jorge Oteiza dijo en su día al arquitecto Saénz de Oiza, cobró especial relevancia también para mí hace tan solo unos días. [ Ver Video ]

Planta de la capilla

Ya desde mis inicios en la escuela de Arquitectura de A Coruña, Le Corbusier, (Le Corbu, para los amigos), entró a formar parte de esa lista de grandes arquitectos a los que estudias, interiorizas y de los que te gusta saber siempre un poquito más. Nos enseñan su vida, su forma de pensar y sus obras, por activa y por pasiva, en miles de examenes es pregunta obligatoria, vaya que llegamos a recordar sus edificios a la perfección, sus características, y casi, casi, cada línea de su planta. Sin embargo, cuando como este pasado fin de semana, tienes la oportunidad de acercarte a una de sus obras, una además de las más relevantes, un escalofrío te recorre la espalda.



La Capilla de Notre-Dame de Haut, se encuentra en las afueras de la localidad francesa de Ronchamp, un lugar pequeño, sin mucha importancia turística y del cual esta pequeña capilla se ha convertido en emblema y lugar de peregrinaje de arquitectos, y amantes de la cultura, la religión o simplemente quien necesita encontrar un poco de sosiego. 

Encaramada en lo alto de una colina, su silueta va descubriéndose poco a poco, durante la subida. El corazón comienza a ir más deprisa....

Vista durante el ascenso a la colina

Dejamos el coche en el aparcamiento del recinto, situado unos metros más abajo de la capilla, y desde donde puede apreciarse el conjunto arquitectónico compuesto por varios edificios. Un convento y el centro de visitantes, realizados por el arquitecto Renzo Piano, conviven en la parte baja de la colina intentando no disturbar a la pequeña capilla. Además aun se conserva la casa de los peregrinos realizada por Le Corbusier, así como otra pequeña edificación auxiliar perteneciente al conjunto.

Casa de los Peregrinos

Las monjas pasean tranquilas, entre los curiosos visitantes, los pájaros cantan y el sol a estas alturas aún nos regala unos cuantos rayos. Vamos subiendo una pequeña cuesta y la vislumbramos mezclada entre un par de frondosos arboles. De repente, llega el punto clave de la rampa, el sitio donde todos cámara en mano, se paran y el baile de flashes comienza. Ahí a unos pocos metros, se nos presenta majestuosa, aunque en honor a la verdad, también algo maltratada por el paso del tiempo en su fachada principal. Sus variadas ventanas y su cubierta apuntada, nos invitan a continuar el descubrimiento. Más arriba vemos su puerta principal, un enorme portón metálico giratorio cerrado en ese momento. Rodeamos el edificio buscando otra entrada y descubrimos su otra cara, un pequeño palco donde se haya una cruz y una mesa de ceremonias. Recordamos nuestros apuntes, a cada paso. Tocamos la fachada, la palpamos para descubrir la realidad, de aquello que tanto estudiamos en papel. ¿Y, el famoso modulor?  Nos damos cuenta que llegamos a tocar con el brazo estirado la parte horizontal de la cruz, que todo a nuestro alrededor se refleja y construye en magnitudes humanas.

Fachada Este y espacio de ceremonias al aire libre

Una vez localizada la puerta lateral, por la que acceder al interior, corroboramos la escala humana. Lejos de la monumentalidad de la mayoria de las iglesias, capillas y demás edificios religiosos, Notre-Dame de Haut, quiere estar cerca de quien la visita, acogerlo y hacerle sentir como en casa, en la casa de Dios. Un lugar que Le Corbusier, refleja como un sitio sencillo, sin grandes lujos ni pretensiones, sólo decorado por "el juego sabio, correcto y magnifico de los volumenes bajo la luz", las sobrias paredes y una virgen que fuera también de lo común, se posiciona de lado, para dejarse ver también por los que se acercan sólo exteriormente al edificio.

     
Una de sus capillas a la derecha y el muro Sur con sus coloridos y diversos ventanales a la izquierda.

Un edificio que muestra como a pesar de la casi genética desconfianza de Le Corbusier a la Iglesia católica, el arquitecto sabe entender el objetivo que le encomiendan y el fin de un edificio religioso, logrando crear un ambiente místico, mágico.. donde no pierde la esencia de este tipo de edificios sino que la reinventa y mejora. Logra que la arquitectura y pintura modernas lleguen a los edificios religiosos y que estos estén diseñados por y para las personas.

Pero como lo mejor es vivir toda esta conjunción de sensaciones... os dejo por aquí abajo, uno de los vídeos que realice durante la visita, para acercaros un poquito a esta maravilla.






¡Hasta muy pronto!

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